El sabor de los besos perdidos, el olor de aquel cigarro que nos consumía lentamente, el sonido de nuestras respiraciones mezclándose y convirtiéndose en una, el tacto de aquella lencería nueva.
Emociones que erizaban nuestra piel, que nos hacían sentir en una gran montaña rusa haciendo cada emoción más fuerte que la anterior.
Sintiéndonos vivos y libres, adictos a esas emociones.
Pero eso acabó. La monotonía invadió nuestras vidas sin previo aviso.
Sexo sin placer, besos sin pasión, respiraciones vacías.
¿Y ahora qué?
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