Caminaba por aquel bello sendero sintiendo la brisa cálida que anunciaba la cercanía del verano. Un sonido me sacó de mi imaginación: los árboles comenzaron a hablarme. Yo, sin poder remediarlo, los escuché y seguí sus indicaciones. Tras unos minutos andando entre aquellos arbóreos charlatanes llegué a un sitio que nunca había visto antes. En silencio, me acerqué un poco y pude verla. Era bellísima. Ella, al escuchar mis pisadas se giró, y me miró. Yo me acerqué aún más y ella se fue aproximando a mí. Tomó mi mano y me arrastró con ella hacia la cascada. De vez en cuando, se giraba y me sonreía; yo aprovechaba ese momento para admirar sus facciones. No me podía gustar más. En la cascada, rodeó mi cuello y me besó. El tiempo se paró y disfruté de aquel momento, viviendo únicamente el presente, sin detenerme a pensar en lo que pasaría después de aquello. Bendita curiosidad.