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¡No!


Cansados de una sociedad crítica, materialista y machista, os decimos esto:
¡No!, a no podernos maquillar cuanto queramos, y ¡no!, a tener que maquillarnos para parecer más guapos.
¡No!, a los estándares de belleza con los que tenemos que lidiar día a día.
¡No!, a tener miedo a decir no.
¡No!, a sentirnos raros por no pensar lo mismo y no actuar igual que todos.
¡No!, a morir a manos de tu egoísmo.
¡No!, a no poder llorar solo por ser hombre.
¡No!, a odiarme por no tener las medidas perfectas.
¡No!, a esperar un like.
¡No!, a no estar segura por culpa de “la Manada”.
¡No!, a no poder expresar mi sexualidad libremente.
En definitiva, no a la sociedad que nos oprime, no a los que quieren dirigir nuestras vidas engañándonos para creer que realmente decidimos sobre ellas.

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Suicidio.

Sentí el hálito caliente en mi cuello y cómo una hoja afilada lo recorría. Mis sentidos se alarmaron y comencé a correr notando las pisadas tras de mí. Corría, pero aquella sombra oscura no se separaba. De pronto, me alcanzó y me clavó aquel frío objeto. Caí desplomada al suelo y, con la fuerza que aún quedaba en mi cuerpo, me giré para descubrir su identidad... Lo hice .

Run.

Sus ojos verdes la miraban punzantes, la recorrían allá donde se movía. Su corazón se aceleraba cuando pensaba en la gota de sudor que caía por la espalda de ella, refrescándola y calentándola. Cada vez se acercaban más el uno al otro, el pulso se aceleraba. Sin más demora, se abalanzó sobre ella y comenzó a desgarrarle la piel, y con ella la carne que minutos antes servía para el placer del éxtasis. Los gritos de auxilio se mezclaban con los rugidos de gozo del otro. Quería correr pero la satisfacción que aquello le producía no le permitía mover ninguno de sus músculos si no era para acercarse más a él. Y allí, yacía con la mirada del otro clavada en lo más profundo de sí misma.

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Caminaba por aquel bello sendero sintiendo la brisa cálida que anunciaba la cercanía del verano. Un sonido me sacó de mi imaginación: los árboles comenzaron a hablarme. Yo, sin poder remediarlo, los escuché y seguí sus indicaciones. Tras unos minutos andando entre aquellos arbóreos charlatanes llegué a un sitio que nunca había visto antes. En silencio, me acerqué un poco y pude verla. Era bellísima. Ella, al escuchar mis pisadas se giró, y me miró. Yo me acerqué aún más y ella se fue aproximando a mí. Tomó mi mano y me arrastró con ella hacia la cascada. De vez en cuando, se giraba y me sonreía; yo aprovechaba ese momento para admirar sus facciones. No me podía gustar más. En la cascada, rodeó mi cuello y me besó. El tiempo se paró y disfruté de aquel momento, viviendo únicamente el presente, sin detenerme a pensar en lo que pasaría después de aquello. Bendita curiosidad.